Por tercera vez se presenta una muestra de la obra de Botero, el reconocido artista plástico colombiano, nacido en Medellín y aún vivito y creando, en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Dibujos a lápiz, carbonilla, sanguinaria, todos de gran formato y algunas acuarelas integran esta exposición, interesante y equilibrada. Se trata de obras recientes, casi todas posteriores a 2000, salvo por "Pedrito", que sigue posando con sus eternos 5 añitos para papá, que jamás se repondrá de su pérdida.
Muy buenos los videos, que lo muestran jóven y animoso, fascinado por Gaugin, buscando su propio estilo y viviendo modestamente en Europa, gracias a ese primer concurso ganado allá lejos en una villa de pescadores.
No comparto su gusto por "los grandes volúmenes" ni considero "sensuales" a sus descomunales mujeres de pechos diminutos, pero he aprendido a disfrutar de su libre juego con las proporciones y admiro su maestría a la hora de realizar dibujos de un trazo. Impecables sus acuarelas, los delicados matices de color, la creación de volúmenes en ausencia de sombras... Me causa gracia cuando emula a los grandes maestros en su propio estilo, convertido en un extraño Andy Wharhol, reinventando íconos, que no necesitan ser reinventados.
Más allá de esta faceta "cholula",
Botero es un maestro y, a la vez, es afable y dado con la gente del pueblo, que lo admira honestamente. Lo único censurable es su pasión por la práctica bárbara de las corridas de toros. ¿Cómo puede un ser civilizado disfrutar de semejante crueldad? No lo sé, no lo entiendo. Quizás, para cuando vuelva a exponer en Buenos Aires, yo haya podido aceptarlo o él lo haya dejado...
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