Siempre me gustó visitar el Jardín Japonés, un lugar tranquilo y bello, en el que se podía disfrutar del paso de las estaciones mientras se alimentaba a las carpas doradas. El lugar, construido por Colectividad Japonesa que reside en la Argentina para celebrar la visita del Príncipe heredero Akihito y su esposa Michiko, destacaba entonces por su sencillez y la belleza de sus plantas. A partir de su re-inauguración en 1977 se convirtió en uno de mis lugares favoritos. Visitar el Jardín Japonés en otoño y primavera, recorrer sus sinuosos senderos, subirse al puente rojo y tomar un té mirando el lago. Pequeños placeres que nos regalamos en un fin de semana tranquilo.
Cuando Japón sufrió el embate del Tsunami el Jardín Japonés fue nuestro punto de encuentro para expresar nuestra solidaridad.
Grande fue por eso mi decepción cuando, aprovechando el fin de semana largo, decidí darme una vuelta por el lugar. El precio de la entrada me sorprendió, porque siempre había sido irrisorio, casi simbólico; pero mucho más me asombró el interior. Inmensas construcciones, a ambos lados de la entrada: una de ellas, un puesto de venta de souvenirs, el otro, una confitería que no tenía lo más mínimo de japonesa en su presentación, sino que recordaba las cervecerías baratas de la costanera, burdas carpas blancas con ventanas de plástico. Innumerables puestitos ofrecían a los visitantes "su nombre escrito en japonés", "helados típicos" y hasta un "oráculo de la buena fortuna". Las plantas, bastante descuidadas por cierto, la casa de té del fondo exhibía cuadros para su venta...
No digo que esté mal hacer negocios, que nadie me malinterprete. Sólo me pregunto si era necesario arruinar el estilo de un parque, que llevaba más de 35 años siendo un oasis en el Parque Tres de Febrero, para convertirlo en un mercado de baratijas japonesas. Triste.
Ich besuchte den Japanischen Garten immer gerne, weil er so ruhig und schön war. Ein Platz, wo man die Jahreszeiten genießen konnte, während man Goldfische fütterte. Der Garten wurde von der Japanischen Gemeinde in Argentinien gebaut, um den Besuch des Prinzen Akihito und seine Gemahlin zu feiern. Er war für seine schlichte Eleganz und die Pracht seiner Pflanzen bekannt. Seit der Wiedereröffnung 1977 wurde er zu einem meiner Lieblingsplätze in der Stadt. Den Garten im Herbst oder Frühjahr zu besuchen, seine kurvigen Wege zu laufen, die rote Brücke zu besteigen und einen Tee mit Blick zum See zu trinken, das waren die kleinen Vergnügen, die man sich in einem ruhigen Wochenende gegönt hat.
Als Japan von dem Tsunami gepeischt wurde, war der Japanische Garten der Punkt, wo wir uns versammelten, um unserer Solidarität Ausdruck zu geben.
Groß war deswegen meine Enttäuschung, als ich am langen Wochenende den Japanischen Garten besucht habe. Der Preis der Eintrittskarte war die erste unangenehme Überraschung, aber nicht die Einzige. Der Preis war immer sehr niedrig, fast symbolisch, aber noch schlimmer fand ich andere Veränderungen im Innen des Parks. Zwei große Gebäude an beiden Seiten des Eingangs waren neu: eins davor, ein Souvenirgeschäft, das andere ein Restaurant, das auf keiner Weise japanisch aussah und mich an die billigen Restaurants in der Costanera erinnerte, ein weißes Zelt aus Plastik, Unzählige Buden bieteten alles Mögliche von dem eigenen Namen auf Japanisch geschrieben, typischem japanischem Eis, bis zu einem Glückorakel! Die Pflanzen sahen ungepflegt aus und im Teehaus hingen Bilder zum Ausverkauf.
Ich will auf gar keinen Fall sagen, dass es falsch ist, Geschäfte zu machen - bitte kein Missverständnis. Ich frage mich nur, ob es nötig war, den einzigartigen Stil des Gartens, der seit 35 Jahren eine Oase im Park 3 de Febrero war, zu ruinieren, um ihn in einen billigen Markt zu verwandeln. Ich finde es einfach traurig!
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