A pesar de haber sido declarada Monumento Histórico Nacional en 1997, se han realizado con el correr de los años algunas modificaciones mínimas. Se ha agregado algún árbol, en recuerdo de algún reclamo o tragedia, siempre en el extremo más cercano al edificio del Congreso, se han colocado algunas rejas perimetrales alrededor de las estatuas más importantes, para evitar su vandalización. En todos los casos se trató de detalles que no afectaban a la percepción del diseño de la plaza o su trazado.
Esto cambió en mayo de 2013. La plaza fue impactada por una nueva obra, que por su colosal tamaño y horrible diseño, arruina por completo la última manzana, distorsionando la vista que ofrece desde la avenida de Mayo hacia el Congreso Nacional. Se trata de una cabeza de 2,7 metros de altura y 2,5 toneladas de peso, a cargo de Jorge Bianchi, quien, basándose en dibujos de Hermenegildo Sabat, creó esta monstruosidad dedicada a Alfredo Palacios. Lo primero que se percibe desde atrás es una gran bola negra, con un sombrerito minúsculo serenamente asentado sobre ella. El diseño del sombrerito remite vagamente a los sombreros usados por los campesinos mexicanos. La obra conserva esta apariencia desde varios ángulos, a menos que uno la encare de frente. Recién allì se observa un moñito mìnimo y unos bigotes enormes, que hacen evidente que se trata de una cara. No hay forma de adivinar de quién, a menos que lea uno la inscripción del pie del adefesio.
Alfredo Palacios es una figura destacada de la política argentina, un revolucionario, baluarte del socialismo, que impulsó leyes tan indispensables como la inembargabilidad de sueldos y salarios, la prohibición de la trata de blancas, la protección de la maternidad y el subsidio a los no-videntes sin recursos. Muchas de sus iniciativas tuvieron el aval del partido mayoritario de entonces, y se consideran hoy triunfos del peronismo, pero cualquiera que haya estudiado algo de historia o leído las actas del Congreso, sabe que fue Alfredo Palacios el verdadero defensor de los derechos de los trabajadores. También fue él quien impulsò el juicio político al ex-presidente Roca, que no prosperó. Más allá del cariño que siento por su figura y de que trato sinceramente de creer en la buena intención del Senador Rubén Giustiniani, el monumento es horrible y su ubicación, en el extremo oeste del estanque, como contrapunto nada más ni nada menos que a la estatua de Rodin, es realmente poco feliz, por decir lo mínimo.
Espero que las autoridades del gobierno porteño recapaciten y le encuentren otra ubicación más apropiada a la mayor brevedad posible, para que la plaza recupere su armonía perdida.
Imagen de la plaza antes de la ubicación de la estatua
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