El 11 de septiembre, para festejar el día del maestro, me regalé con el concierto de Carmen Piazzini y Xavier Inchausti. El programa abarcaba desde Beethoven hasta Ginastera, y era bastante exigente.
Piazzini viene de una familia de sobrados kilates musicales. Su abuelo, Edmondo, era amigo personal de Puccini. Comenzó a recibir lecciones de piano al cumplir los 5 años, desde entonces su carrera fue en ascenso. Ni siquiera la interrupción de 10 años, en los que se dedicó a formar una familia y criar 3 niños, impidió que siguiera dando clases magistrales, tanto en Buenos Aires como en Radolfzell - junto al lago de Costanza en la República Federal de Alemania - dónde vive.
El caso de Xavier Inchausti no es muy distinto. Debutó a los 12 años tocando Beethoven en el Teatro de Bahía Blanca y desde entonces ha contado con el aplauso de la crítica. Se formó en Europa, en la Universidad de Viena y el Mozarteum de Salzburgo y ha sido solista invitado en las principales sinfónicas del viejo continente.
La unión de ambos talentos, no podía resultar en algo menos que un concierto magistral, pleno de grandes momentos e interpretaciones poderosas. La sonata en la mayor llamada "Kreuzer" de Beethoven fue sublime. La pieza de Eugène Ysaÿe, compositor belga, era árdua por demás y requería de un gran esfuerzo no sólo del intérprete, sino también del público. Por comparación, la Pampeana Nro 1 fue un remanso de paz y momentos intimistas. El verdadero éxtasis llegó de la mano de Frank y el sorprendente bis: "Carmen" de Bizet. Sublime el violín de Inchausti, apasionadas las teclas de Piazzini, impecable la armonía entre ambos, la pasión que los une, la fluidez con que pasaban de un ritmo a otro. Las distintas posibilidades sonoras del violín explotadas al máximo, por un hombre joven, algo adusto, sencillo, que dejaba que el arco se deslizara sobre las cuerdas con una naturalidad que requiere de muchas horas de ensayo.
Un verdadero regalo para el espíritu.
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